lunes, 13 de julio de 2020

San Eugenio Obispo de Cartago, y sus quinientos compañeros mártires (t hacia 505)

DÍA 13 DE JULIO

Por la muerte del obispo San Deogracias, acaecida en 457, la Iglesia de Cartago quedo huérfana de Pastor durante más de cinco lustros.

En la mencionada fecha —segunda mitad del siglo v— el África del Norte, que como posesión romana por espacio de seis siglos, se había entregado por completo a los placeres de la vida, según testimonio de Silviano estaba en poder de los vándalos. Estos barbaros, bajados como torrente del norte de las Galias y a través de España, cruzaron el estrecho de Gibraltar en 429 y fueron a sembrar inmensas ruinas en aquellas comarcas norteafricanas.

Su rey Genserico, cuyo fanatismo arriano corría parejas con su crueldad y su odio contra el catolicismo, se apodero de Cartago en 439. Además de inundar el África con sangre de mártires, intento dar el último golpe a la religión ortodoxa prohibiendo bajo pena de muerte la ordenación de nuevos obispos, a fin de interrumpir la perpetuidad de la jerarquía eclesiástica e impedir la sucesión del episcopado. Sin embargo, en 476, un mes antes de su muerte, permitió Genserico que fuesen abiertos de nuevo los templos y que volviesen los obispos desterrados.

MUERTE DE NUESTRO SANTO

Tras breve intervalo de paz, Trasamundo, sucesor de Gombod en 496, renovó la persecución contra los católicos. No adopto contra sus súbditos ortodoxos el sistema de violencias públicas ni de suplicios barbaros, ni de sangrientas ejecuciones. Trasamundo buscaba seducir a los católicos con promesas de cargos, dignidades, dinero o favores. Pero ni las seducciones ni las persecuciones corrompen la fe, antes bien, la purifican; y los artificios de aquel tirano resultaron tan impotentes como el rigor de las anteriores persecuciones para los fieles de Cartago. Despechado el rey vándalo, mando prender al santo Obispo, mas como no pudiese reducir su constancia con la amenaza de los suplicios, lo deporto, probablemente a Cerdeña, según carta del papa San Simaco dirigida a los deportados que en aquella isla sufrían por la causa de la fe.

Es también posible que fuese desterrado a Corcega, de lo cual hay tradición y de allí pasaría a Italia y, siguiendo la vía romana de la Galia, llegaría hasta Albi, para establecerse junto a la tumba de San Amaranto cuando pacíficamente reinaba Alarico II al sur de aquel hospitalario país.  Vio el fin de sus días, el valiente atleta de la fe, el 13 de julio de 505. Fue sepultado en el monasterio por el fundado cerca de la mencionada ciudad y su nombre se hizo pronto celebre por los milagros obrados gracias a su intercesión y poderosísimo valimiento.

De San Eugenio han llegado hasta nosotros los siguientes tratados.

Exhortación a los fieles de Cartago; Exposición de la fe católica; Apología de la fe y fragmentos de la Discusión con los arrianos.

En 1404, Luis de Amboise, obispo de Albi, traslado a la catedral las reliquias del santo obispo de Cartago y las de San Amaranto honrara también aquella tierra vertiendo su sangre por Cristo.

MÁS DE QUINIENTOS MARTIRES

La figura de San Eugenio es representativa de la Iglesia de Cartago en aquellos días de gran tribulación. Como sol que centra sobre si un sistema, el piadosísimo obispo supo conducir con celo pastoral aquella grey que hacia frente a los embates del infierno. Nunca es más peligrosa la persecución que cuando tiende a disgregar el cuerpo perseguido. Máxime si, para lograrlo, se acude a la fácil tentación del halago y a las promesas de un premio apetecido. Pero también entonces es más abundante la ayuda del cielo. Y en nuestro caso la obra de los enemigos solo sirvió para apretar más y más aquellos fervorosos cristianos en torno a su jefe.

Por eso nuestra Santa Madre la Iglesia al conmemorar en su martirologio la fiesta de San Eugenio, junta en el recuerdo a todo el clero de aquella Iglesia, que se componía de más de quinientas personas. Todos sufrieron persecución por haber permanecido fieles a las enseñanzas cristianas. Durante la persecución de los vándalos, en el reinado de Hunerico, rey arriano. Padecieron hambre y azotes. Entre ellos había muchos niños lectores y cantores que también sufrieron con alegría las penas del destierro. Los más celebres fueron el insigne arcediano Salutario, y Muritas, ministro coadjutor de aquella Iglesia, los cuales habiendo sido atormentados tres veces, y confesando otras tantas la fe católica, alcanzaron el glorioso título de confesores de Jesucristo.


SANTORAL:

·         Santa Clelia Barbieri

·         San Esdras

·         San José Wang Guiji

·         Santa Miropa de Chíos

·         Santa Sara, abadesa

·         San Silas

·         San Turiavo

·         Beato Fernando María Baccilieri

·         Beato Jacobo de Varazze

Beato Tomás Tunsta

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