DÍA 13 DE JULIO
Por la muerte del obispo San Deogracias, acaecida en 457, la Iglesia de Cartago quedo huérfana de Pastor durante más de cinco lustros.
En la mencionada fecha
—segunda mitad del siglo v— el África del Norte, que como posesión romana por
espacio de seis siglos, se había entregado por completo a los placeres de la
vida, según testimonio de Silviano estaba en poder de los vándalos. Estos
barbaros, bajados como torrente del norte de las Galias y a través de España,
cruzaron el estrecho de Gibraltar en 429 y fueron a sembrar inmensas ruinas en
aquellas comarcas norteafricanas.
Su rey Genserico, cuyo
fanatismo arriano corría parejas con su crueldad y su odio contra el
catolicismo, se apodero de Cartago en 439. Además de inundar el África con
sangre de mártires, intento dar el último golpe a la religión ortodoxa
prohibiendo bajo pena de muerte la ordenación de nuevos obispos, a fin de
interrumpir la perpetuidad de la jerarquía eclesiástica e impedir la sucesión
del episcopado. Sin embargo, en 476, un mes antes de su muerte, permitió
Genserico que fuesen abiertos de nuevo los templos y que volviesen los obispos
desterrados.
MUERTE DE NUESTRO SANTO
Tras breve intervalo de paz,
Trasamundo, sucesor de Gombod en 496, renovó la persecución contra los católicos.
No adopto contra sus súbditos ortodoxos el sistema de violencias públicas ni de
suplicios barbaros, ni de sangrientas ejecuciones. Trasamundo buscaba seducir a
los católicos con promesas de cargos, dignidades, dinero o favores. Pero ni las
seducciones ni las persecuciones corrompen la fe, antes bien, la purifican; y
los artificios de aquel tirano resultaron tan impotentes como el rigor de las
anteriores persecuciones para los fieles de Cartago. Despechado el rey vándalo,
mando prender al santo Obispo, mas como no pudiese reducir su constancia con la
amenaza de los suplicios, lo deporto, probablemente a Cerdeña, según carta del
papa San Simaco dirigida a los deportados que en aquella isla sufrían por la
causa de la fe.
Es también posible que fuese
desterrado a Corcega, de lo cual hay tradición y de allí pasaría a Italia y,
siguiendo la vía romana de la Galia, llegaría hasta Albi, para establecerse
junto a la tumba de San Amaranto cuando pacíficamente reinaba Alarico II al sur
de aquel hospitalario país. Vio el fin
de sus días, el valiente atleta de la fe, el 13 de julio de 505. Fue sepultado
en el monasterio por el fundado cerca de la mencionada ciudad y su nombre se
hizo pronto celebre por los milagros obrados gracias a su intercesión y poderosísimo
valimiento.
De San Eugenio han llegado
hasta nosotros los siguientes tratados.
Exhortación a los fieles de
Cartago; Exposición de la fe católica; Apología de la fe y fragmentos de la
Discusión con los arrianos.
En 1404, Luis de Amboise,
obispo de Albi, traslado a la catedral las reliquias del santo obispo de Cartago
y las de San Amaranto honrara también aquella tierra
vertiendo su sangre por Cristo.
MÁS DE QUINIENTOS MARTIRES
La figura de San Eugenio es
representativa de la Iglesia de Cartago en aquellos días de gran tribulación.
Como sol que centra sobre si un sistema, el piadosísimo obispo supo conducir
con celo pastoral aquella grey que hacia frente a los embates del infierno.
Nunca es más peligrosa la persecución que cuando tiende a disgregar el cuerpo
perseguido. Máxime si, para lograrlo, se acude a la fácil tentación del halago
y a las promesas de un premio apetecido. Pero también entonces es más abundante
la ayuda del cielo. Y en nuestro caso la obra de los enemigos solo sirvió para
apretar más y más aquellos fervorosos cristianos en torno a su jefe.
Por eso nuestra Santa Madre
la Iglesia al conmemorar en su martirologio la fiesta de San Eugenio, junta en
el recuerdo a ≪todo
el clero de aquella Iglesia, que se componía de más de quinientas personas≫. Todos sufrieron persecución
por haber permanecido fieles a las enseñanzas cristianas. Durante la persecución
de los vándalos, en el reinado de Hunerico, rey arriano. Padecieron hambre y
azotes. Entre ellos había muchos niños lectores y cantores que también
sufrieron con alegría las penas del destierro. Los más celebres fueron el
insigne arcediano Salutario, y Muritas, ministro coadjutor de aquella Iglesia,
los cuales habiendo sido atormentados tres veces, y confesando otras tantas la
fe católica, alcanzaron el glorioso título de confesores de Jesucristo.
SANTORAL:
·
Santa Clelia Barbieri
·
San Esdras
·
San José Wang Guiji
·
Santa Miropa de Chíos
·
Santa Sara, abadesa
·
San Silas
·
San Turiavo
·
Beato Fernando María Baccilieri
·
Beato Jacobo de Varazze